Cuando llegó el momento de
la despedida y me pediste dos besos, me arrepentí de dártelos. Eso no era lo
que yo quería y en el fondo deseaba que tú tampoco. Somos como dos líneas
paralelas que caminan al lado pero nunca se cruzan. Te veo, sé que estás ahí,
pero yo quiero que nos desviemos, que nuestras líneas se entrelacen y no se suelten
nunca.
Es tu turno. Te toca pedir
otro imposible.
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