Y comencé a caminar.
Ya no me importaba qué camino
escoger. Lo único importante consistía en no detenerme. Tampoco había marcha
atrás. No quedaba esperanza; nada había funcionado. Ilusiones rotas y
desvanecidas con el viento. Sólo quedábamos yo y mis pensamientos. Y seguíamos caminando,
sin rumbo, sin metas, sin luna ni sol, sin aliento ni ganas de cruzarse a
ningún alma con la que entablar amistad. Sólo tú y yo sabíamos lo que eso
significaba. Pero a ti se te olvidó, y con ello, el sentimiento de querer
seguir caminando a mi lado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario