Por un momento pensé que me habías abandonado. Lejos de tu mirada, la que alimenta mis entrañas. Rodeada de la nada, del silencio. Entonces percibí una voz a lo lejos. Tu voz. Mi corazón empezó a expandirse y ocupó todo mi cuerpo. Notaba hasta en los dedos de los pies la fuerza con la que mi corazón bombeaba mi sangre a una velocidad acelerada. Tan acelerada como los pensamientos que paseaban por mi mente. Oí cómo me decías que podía ser capaz de confiar en ti y así llegar a tu corazón. Y yo me dispuse a romper todas las cadenas que me mantenían atada, pero supe que nunca podría hacerlo. No llegaría a tu corazón, y me quedaría allí, rota por dentro y por fuera. Y tu voz empezó a perderse, hasta que llegó el momento en que me vi de nuevo rodeada del silencio, de la oscuridad, de la nada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario