Lluvia. La que me despierta, la que me despeja, la
que me dice cuándo parar. Tan nostálgica y poética que nos permite evadirnos de
la realidad, aunque ésta siga estando presente, clavándonos astillas en los
ojos. Aquí me tienes, esperando a que decidas, a que me digas qué es lo que
debo hacer para evitar perderte. Yo no quiero, de ti ya no sé nada. Pero
seguimos evitándonos como si fuésemos dos extraños mirando cómo pasan los
minutos de nuestro reloj. Se para. Las agujas dejaron de moverse. Ya parece que
no te importa.
Te dejo a ti que ahora seas el médico. Melancolía en
mis venas. Quítamela como puedas.